En esta película con Bill Murray y Andie MacDowell, un meteorólogo revive una y otra vez el mismo día, el mismo lugar, las mismas personas y circunstancias. Hoy por primera vez la cuarentena me ha generado la sensación de que la rutina se repite una y otra vez. Suena el despertador, desayuno, ducha, teletrabajo, almuerzo, teletrabajo, cena, dormir, repetir, y así, día a día se me ha generado una rutina repetitiva, al igual que para Bill Murray en El Día de la Marmota.
La película la vi hace muchísimo tiempo, pero mi principal recuerdo es cómo Bill Murray fue lentamente evolucionando hacia una mejor versión de sí mismo. Logró a través de pequeños cambios paulatinos reencantarse con el repetitivo día que estaba viviendo. Recuerdo que aprendió a tocar el piano, que tuvo gestos de generosidad con desconocidos, y que comenzó a conectar auténticamente con otros, y por supuesto con Andy MacDowell. Su entorno no cambió en absolutamente nada, todo el cambio vino de él. Comenzó a mirar con otra perspectiva a cada persona, cada palabra y cada circunstancia que volvía a repetirse en un bucle de acontecimientos. Poco a poco el protagonista fue descubriendo como sus actos impactaban el transcurso del día, y dejó de sentirse prisionero de la repetitividad. Tomó riesgos, tuvo desaciertos, tuvo aprendizajes y luego tuvo grandes aciertos.
El distanciamiento social, nos obliga a volver a nosotros mismos, a recuperar el poder que siempre ha sido nuestro pero hemos tenido “delegado” al entorno. Hemos comenzado a cocinar más, a ordenar nuestras casas, a compartir más con nuestro núcleo familiar, a tener mayor consciencia de nuestra salud física y mental, a conectar con otros de manera más profunda y auténtica, y especialmente a conocernos a nosotros mismos. Para la gran mayoría el proceso ha sido duro, nos enfrenta a los procesos internos que veníamos postergando por tener una agenda social activa, pero si logramos focalizar nuestra atención en los cambios positivos que se van generando, comenzaremos poco a poco a vislumbrar más oportunidades que problemas.
En una primera etapa, tomar consciencia de nuestro poder personal puede incluso generar incomodidad. Es posible que nos demos cuenta de que muchos de los problemas que tenemos son situaciones que hemos permitido o incluso que hemos creado nosotros mismos. Al observar en esta pausa social los aspectos de nuestras vidas que no nos gustan, como la falta de tiempo, el stress, las relaciones tóxicas, un trabajo que no nos gusta o un estilo de vida poco saludable, podemos darnos cuenta de que parte del problema puede venir efectivamente de factores externos a nosotros, pero otra parte del problema se ha generado por patrones personales o decisiones que hemos tomado en modo automático, sin verdadera consciencia. Lo importante en esta etapa en que adquirimos consciencia y responsabilidad de nuestros actos es no caer en el juicio y la culpa, si no que comenzar a identificar hoy que acciones queremos llevar a cabo para transformar nuestra realidad a lo que de verdad queremos.
El protagonista cambia de estrategia innumerables veces para enfrentar su repetitivo día, pasa por todas las emociones posibles, y se ve enfrentado una y otra vez a sus sombras. Sólo cuando comienza a utilizar su poder personal, atreviéndose a aprender nuevas habilidades, dejando atrás las apariencias y realizando actos de generosidad, logra transformarse a sí mismo y dimensionar el poder que tiene en su entorno. Si bien nuestros días de cuarentena no son tan repetitivos como El Día de la Marmota, el poder que tenemos de transformar nuestros días, y por lo tanto nuestras vidas, está al igual que en la película, menos en nuestro entorno y más en nuestras acciones.